LAS DUCHAS DEL CAMPAMENTO

Durante los años de universidad fui monitor en campamentos de verano para niños y adolescentes. Era una manera de ganar algo de dinero en verano y al durar solo el mes de julio, seguía disponiendo de otro mes más para irme de viaje con mi familia o mis amigos.

Todos los años íbamos a las mismas instalaciones. Era una antigua granja donde los establos se habían reformado para convertirlos en el comedor, y la gran casona donde vivía la familia ahora albergaba las habitaciones de los campistas en planta alta, y en planta baja las habitaciones de los monitores junto con una gran sala común para hacer actividades en caso de que lloviera o hiciese mal tiempo. Además, se habían hecho varias ampliaciones para hacer la cocina, los dormitorios de los cocineros y el despacho y dormitorio del coordinador de los monitores.

El verano de mis 22 años contrataron a dos nuevos monitores. Uno de ellos era Miguel, de 24 años, medía 1,75m y parecía tener buen cuerpo sin estar del todo fuerte, tenía el pelo castaño, algo rizado y una sonrisa muy bonita. Era muy alegre, no paraba quieto y en las reuniones previas al campamento donde organizábamos cada quincena, trajo un montón de ideas de actividades y juegos para llevar a cabo. El otro era Antonio; tenía la misma edad que yo, aunque era el más alto de todos, medía 1,85m, delgado, de tez morena y pelo corto muy oscuro. Era algo más tímido que Miguel, pero igual de encantador.

Éramos un equipo de monitores bastante lgtbiq-friendly. Miguel y yo éramos gays, Marta y Antonio (el otro chico nuevo) bisexuales, y finalmente Ana y Julián, el coordinador, heterosexuales.

Cuando llegamos el primer día, dividimos a los campistas en las diferentes habitaciones y cada uno de los monitores escogimos nuestra habitación. Una de las cosas por las que me gustaba este sitio, era que los monitores dormíamos solos sin compartir cuarto, aunque el baño si lo compartíamos (uno para chicas y otro para chicos).

Todos los días, después de acostar a los campistas, uno de los monitores debía quedarse de guardia en una habitación de la planta alta junto a la de los niños por si había algún problema, mientras que el resto de monitores terminábamos de preparar las actividades del día siguiente, nos duchábamos y nos íbamos a dormir. A diferencia de los baños de los campistas donde las duchas estaban separadas con puertas, las de los monitores eran las típicas de vestuario de gimnasio donde todas están juntas. Aun así, era raro coincidir con alguien en la ducha ya que nos íbamos turnando y mientras uno se duchaba, otro recogía o terminaba de limpiar algo. Cuando a Antonio, a Miguel o a mí no nos tocaba guardia y ya estábamos listos para acostarnos, nos juntábamos un rato en una de las habitaciones para hablar y criticar a algún chaval pesado, y según avanzaban los días, nuestra complicidad iba aumentando, nos hicimos buenos amigos, siempre andábamos con bromas y risas.

El primer viernes, tras pasar el día en el río que había cerca del campamento, tanto los campistas como los monitores estábamos agotados de estar todo el día fuera haciendo muchísimos juegos, así que después de cenar y hacer un par de actividades más tranquilas, acostamos a los campistas. Ese día no había prácticamente nada que recoger, así que todos nos fuimos pronto a las habitaciones.

Al llegar a mi cuarto, me quité la ropa salvo los calzones, me puse las chanclas, cogí la toalla y unos calzoncillos nuevos y fui directo al baño para ducharme. Cuando entré, escuché que había alguien más. Debía ser Miguel, a Antonio le tocaba guardia y ya le había visto subir a la planta superior. Me adentré un poco más pasando la zona de los lavabos y los inodoros hasta el pasillo que daba a las duchas y allí estaba Miguel, en la ducha del fondo, desnudo bajo el agua, dándome la espalda. Su espalda algo definida brillaba por el agua que caía sobre ella, sus bíceps quedaban marcados al tener los brazos sobre la cabeza mientras se enjabonaba el pelo, y un hilo de espuma bajaba lentamente hasta llegar a sus glúteos. Eran redonditos, no parecían tener mucho pelo y eran de un tono más pálido que el resto de su piel. De contemplar su cuerpo tuve una pequeña erección y tenía que huir de allí, pero cuando fui a retroceder sobre mis pasos se dio la vuelta y me vio.

  • Hey David, no te había oído entrar.
  • Perdona Miguel, no sabía que te estabas duchando, cuando termines pásate por mi habitación y me avisas y ya vuelvo.
  • No te preocupes, puedes ducharte. Hay duchas de sobra.

En ese momento le tenía frente a mí, enjabonándose el torso y las axilas, en general tenía poco bello corporal, salvo por el caminito que le bajaba del ombligo al pubis. Éste último, contaba con una buena mata de pelo oscuro que ocultaba los primeros centímetros de un pene flácido que se posaba sobre unos huevos grandes e igualmente peludos. Mi erección ya no tenía marcha atrás, me daba mucha vergüenza desnudarme y que me viera así, a la vez que se pasaba un pensamiento morboso por mi mente. Aproveché un instante que se dio la vuelta para quitarme los calzones y colocarme en la primera ducha, lo más lejos de él y dándole la espalda para intentar que no me viera empalmado.

Miguel trataba de darme conversación y yo le contestaba escueto, no quería alargar mucho la situación, traté de ducharme rápido y de repente se acercó a mí.

  • David, ¿te has dado algún golpe en la espalda? Tienes un moratón enorme – en ese momento noté sus manos posarse en mi espalda.
  • No recuerdo ningún golpe, ¿por dónde está? – una de sus manos fue tocando parte de la zona lumbar indicando el tamaño del moratón hasta que dejó quita la mano sobre mi glúteo derecho.

Mi corazón estaba un poco acelerado y mi respiración cada vez más agitada. Traté de girar un poco la cabeza para intentar ver el golpe, pero me paró.

  • Espera, parece que tienes otro en el muslo… No entiendo como no te has dado cuenta o no te acuerdas.

Noté cómo se agachaba mientras acariciaba mi culo y mis muslos presionando con cuidado en la zona dañada por ver si me dolía, la verdad que no sentía nada. Pero el momento que me hizo pensar que me estaba vacilando fue cuando al levantarse despacio, su mano izquierda fue recorriendo la parte interna de mi muslo derecho hasta toparse con mis testículos que dieron un respingo al notar el contacto. Seguidamente, pasó la mano entre mis nalgas acariciando con cada uno de sus dedos mi ano.

Cuando me giré, mi pene erecto se topó con el suyo. Un rabo más bien gordo de unos 16cm, apuntando hacia arriba. Su prepucio se había retraído por completo y dejaba ver un glande rosadito y brillante por la mezcla de agua y presemen.

  • No hace falta que te escondas David, nada más verte he notado que estabas duro, y después de ver el culo tan bonito que tienes no me he podido resistir a acercarme y tocarlo. Pero tranquilo, no tienes ningún moratón, no se me ocurría qué decirte para acercarme.

Me quedé sin palabras, no supe qué decir y de un arrebato agarré su cabeza entre mis manos y me lancé a besarle. Nuestros labios se entrelazaban al igual que nuestras lenguas. Nuestros besos fueron pasionales, guarros, lamiendo nuestros cuellos, soltando baba… en otro gesto impulsivo le empujé hacía la pared quedando inmóvil frente a mí. Mis manos seguían en su cara, las suyas en mi culo, que lo agarraba con fuerza y azotaba.

Después de un buen rato comiéndonos la boca yo quería más. Aparté sus manos de mi culo y las alcé sobre su cabeza para dejar a la vista sus preciosas axilas peludas. Nos sonreímos con picardía y hundí mi cabeza en una de ellas. A pesar de habérselas lavado, seguían conservando parte de su olor natural que me encantaba. Tras lamerle una pasé a la siguiente, hasta que, con fuerza, soltó sus manos y dirigió mi cabeza a sus pezones. Estaban como piedras, y a medida que los lamía y mordía, Miguel resoplaba y gemía tímidamente, notaba su pulso acelerarse y su polla palpitar.

Era el momento de ponerme de rodillas y probar su rabo. Fui agachándome poco a poco, acariciando todo su cuerpo hasta encontrar frente a mis ojos su polla erecta y lubricada, apuntándome directamente. La agarré con una mano mientras la otra masajeaba su pubis y empecé a besar cada centímetro de pene, desde la base hasta el glande. Este último, no pude evitar lamerlo y recoger con mi lengua una pequeña gota de presemen. Introduje lentamente su polla en mi boca hasta tener mi nariz pegada a su peludo pubis. Me quedé inmóvil unos segundos mientras Miguel acariciaba el pelo y finalmente comencé a mover mi cabeza con buen ritmo. No tardó en agarrarme la cabeza y follarme la garganta con fuerza; metiéndola y sacándola de golpe dejando hilos de baba espesa colgando entre su rabo y mi boca.

Sin soltar mi cabeza, me elevó hasta ponerme de pie y volvimos a besarnos, abrazados, con nuestros rabos rozándose. Miguel colocó su polla entre mis piernas, por debajo de mis huevos, y comenzó a moverse como si estuviera follándome. Sabía lo que quería así que intercambié nuestras posiciones sin despegarme de él y me puse contra la pared. Le sonreí, y me di la vuelta para darle la espalda. Su primera reacción fue un resoplido y un fuerte cachete en el culo. Seguidamente, se agachó y procedió a acariciarme, besarme y lamerme los glúteos con delicadeza. Unos segundos después, abrió mis nalgas con sus dos manos y metió su cara entre medias para lamerme el ano. Yo no dejaba de jadear; se sentía bien rico la forma en que me lamía entero y restregaba su cara por todo mi culo. Empujé con fuerza su cabeza contra mi culo y Miguel metió la lengua todo lo que pudo, dilatándome lentamente.

Pasados unos minutos, se levantó y puso su rabo entre mis nalgas, restregándose contra mi culo, besándome el cuello y agarrándome de la cintura con delicadeza. Era una situación morbosa, guarra y a la vez tenía un punto romántico. A la vez que su polla chocaba contra mi ano, este se iba abriendo poco a poco, pero sin llegar a entrar. Miguel volvió a colocar su rabo entre mis piernas y movió mi cuerpo simulando de nuevo que me follaba.

Estaba deseando que me la metiera, pero cuando traté de colocarle el rabo en mi culo me dijo que no le molaba follar a pelo, así que siguió con su polla entre mis piernas, golpeándome mis huevos con cada embestida. Le pedí que me comiera el culo un rato más y sin rechistar, se agachó, me abrió el culo y volvió a pasar la lengua de arriba a abajo. Esta vez, mientras me comía el culo con fuerza, pasó su mano bajo mis piernas para pajearme.

Yo estaba en el cielo, mis huevos subían y bajaban a la vez que mi ano se contraía y relajaba de placer. Le dije que estaba a punto de correrme e inmediatamente me giró y me pajeó con más fuerza y rapidez haciendo que me corriera sobre su pecho. Yo no podía dejar de jadear, tenía los ojos cerrados, estaba en trance… Al abrirlos, vi como Miguel se restregaba mi lefa por todo su cuerpo, especialmente masajeando sus pezones mientras se pajeaba con la misma fuerza que me lo había hecho a mí. De repente, brotaron de su polla largos chorros de lefa blanca no muy espesa, que cayeron sobre su abdomen y pubis.

Los dos quedamos jadeando, inmóviles, mirándonos incrédulos ante la situación. Yo de pie, contra la pared, él sentado, de rodillas, con la mano todavía en el rabo. Tras unos segundos, comenzamos a reírnos, le ayudé a levantarse y nos duchamos juntos en la misma ducha comentando lo que había pasado.

Al salir de los vestuarios me dijo que fuera a su habitación para seguir hablando que, aunque no estuviese Antonio, podíamos seguir comentando el día. Cuando ya se hizo tarde, me levanté de su cama y justo al ir a abrir la puerta me frenó de improvisto:

  • David, no pienses que te vas a ir sin un beso de buenas noches.
  • Bueno, no sabía si esto iba a ser algo puntual o que se iba a volver a repetir.
  • Podemos repetir siempre que quieras – acercó sus labios a mi oreja para susurrarme algo – en la habitación tengo condones…

No pude evitar soltar una sonrisa pícara. Él me la devolvió y nos besamos intensamente. Finalmente, abrí la puerta de su habitación y me despidió con una palmadita en el culo.

Durante los tres días siguientes, no pudimos hacer nada, ya que nos tocaba a nosotros las guardias o estaba Antonio también de por medio. Pero a la cuarta noche…

…ya os lo contaré en el siguiente relato…

Si has llegado hasta aquí, te doy las gracias por leer mi relato y espero que te haya gustado. Estoy encantado de leer comentarios donde me animéis a seguir escribiendo y me ayudéis a mejorar con vuestras críticas. Comentadme si preferís relatos de esta longitud o alguno más largo contando varias partes seguidas. También podéis escribirme al correo proponiendo temas o cualquier otra cosa.

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